EL ABOMINABLE HOMBRE ENTRE LAS NIEVES
EL ABOMINABLE HOMBRE ENTRE LAS NIEVES
Respiro lento. Intento no hacer ruido.
Sé que está detrás de mí. No importa cuánto corra, cuánto me esconda. Siempre regresa. Siempre me encuentra.
Cada vez que la luna está completa y el bosque se baña de luz blanca, esa criatura aparece. La tierra se hiela y el aire se llena de su olor: metal, sudor, pólvora, miedo.
No sé si su presencia tiene que ver con nuestra extinción. Pero lo cierto es que cada vez somos menos. Casi ya no quedamos.
La única solución ha sido escondernos, hundirnos en lo profundo del bosque, más allá de los caminos, más allá del frío. Ya no peleamos. Ya no gritamos. Porque entendimos tarde que no podíamos ganar.
Ellos son débiles. Pero tienen máquinas.
Tienen fuego. Tienen hambre. Tienen prisa.
Nosotros… solo tenemos la memoria.
Intento abrirme paso entre ramas heladas. Cada matorral que aparto es como una alarma. Ya no sé si corro hacia la libertad o hacia una trampa. Lo único que sé es que esa cosa sigue detrás de mí. No una. Varias.
Antes era solo uno el que cazaba. Ahora vienen en grupos. Con linternas, con redes, con cámaras. No buscan matarme. Buscan algo peor: mostrarme.
Convertirme en espectáculo.
Uno de los nuestros fue capturado hace muchos inviernos. Desde entonces, sus jaulas no han dejado de llegar. Nos buscan como si fuéramos trofeos. Como si ser diferentes nos hiciera peligrosos. La imagen que tienen de nosotros es grotesca, distorsionada… abominable.
Y, sin embargo, somos más antiguos que sus pueblos. Que sus dioses.
Vivimos aquí desde que el hielo aún no conocía el fuego.
Pero para ellos… somos leyenda a la que deben ponerle rostro.
Ya no puedo correr más. Si sigo, los llevaré directo al refugio.
A mi gente.
A los últimos.
Es hora de elegir. La decisión más dura. La más silenciosa.
Me detengo.
Me entrego.
Porque el bien común está por encima del cuerpo. Porque si me atrapan, si me exhiben, si me estudian… al menos creerán que soy el único. Y con eso, dejarán de buscar.
Me acuesto sobre la nieve.
Miro hacia la luna, tan fría como siempre.
Escucho los pasos acercarse. No son solo detrás. Por todos los lados. Me tienen.
Luces.
Sombras.
Voces.
No tardan en aparecer. Traen sus cámaras, sus cadenas, sus cajas. Sus ojos llenos de victoria.
No importa lo que me hagan. No importa el encierro, ni el dolor.
Si ellos creen que han atrapado al último, el resto estará a salvo.
Nadie sabrá lo que hice.
No habrá himnos, ni leyendas, ni piedras con mi nombre.
Pero ellos sí serán celebrados:
Los humanos que atraparon al abominable hombre entre las nieves.