ROSA
ROSA
Cuando en mayo florecen los jardines
y el viento tibio juega entre los pétalos,
la luz se posa suave en las aceras
como un suspiro de la tierra agradecida.
Entonces, sin querer, vuelvo a pensar en ella.
Mi madre.
Tan sabia, tan serena, tan precisa.
Hacía que todo pareciera posible
con solo una mirada.
En sus manos habitaban los secretos,
las recetas del alma,
el perdón sin palabras,
el amor sin medida.
Una rosa, sí,
no de las que se marchitan,
sino de esas eternas
que perfuman la memoria
y enseñan sin decirlo
que el amor verdadero
nunca se pierde.