Un lustro después
Un lustro después
Domingo, 2 de noviembre de 2025
Hoy fue un día extraño. Cosas de la vida, de la mala suerte o tal vez de señales que no terminé de entender.
Hace casi diez años conocí a una persona llamada Alma. Desde ese momento, viví en un estado de enamoramiento constante. Si lo pongo en perspectiva, el tiempo que pasé cerca de ella fue realmente corto: solo tres años, dentro de los casi diez que han pasado desde que la conocí.
Durante esos tres años, me conformé con ser su mejor amigo: el que podía estar con ella siempre, el que podía abrazarla, tomarla de la mano... Éramos muy cercanos. De verdad, muy cercanos. No había nadie más importante para mí, ni alguien que la conociera mejor que yo.
Después de eso, pasaron cinco años en los que tal vez nos vimos dos o tres veces. Hablábamos cada vez menos por WhatsApp, hasta el punto en que podíamos pasar meses sin contacto. Cuando alguno enviaba un mensaje para retomar la conversación, se notaba el esfuerzo de planearlo, de buscar la manera correcta de escribirlo.
No sé lo que ella pensaba en esos momentos, pero estoy seguro de lo que pasaba por mí: no hubo un solo día en cinco años en que no pensara en ella.
Llegó 2020 y, con la pandemia, ambos atravesamos pérdidas y momentos difíciles. Esa fue nuestra última conversación. Durante ese tiempo, decidí dar el paso para salir de la zona de amigos y confesar mis sentimientos. Obviamente, no funcionó o esta historia sería diferente.
Estaba cansado de escuchar sobre sus “ligues” que la trataban mal y fingir que no sentía nada. Después de esa declaración, dejamos de hablar por completo. Quizá eso terminó de romperlo todo. No volvimos a tener contacto.
Y así llegó 2024. Ella formalizó una relación con alguien que parece ser a largo plazo. A partir de eso, me escribió solo en año nuevo y en mi cumpleaños. No contesté el primer mensaje y el segundo lo respondí con un texto frío, genérico.
Y hoy es 2 de noviembre de 2025. La vi en un supermercado. Primero vi a su hermana, lo que me puso nervioso. Pensé que quizá Alma no estaría ahí, pero luego la vi. Al final del mismo pasillo en el que yo estaba. No sé si ella me vio, pero yo decidí no saludarla. Ella iba con su novio. No tenía intención de acercarme ni de que ella lo hiciera.
Desde 2020 pienso menos en ella, me importa cada vez menos. Sería raro decir que hoy no sentí nada, pero tampoco fue un gran impacto. Quizá el simple hecho de estar escribiendo este blog prueba que, de algún modo, aún hay algo. La última vez que la vi fue en diciembre de 2019. Hoy la volví a ver de nuevo, de lejos: su cara bonita, su risa, su voz.
Y sí. Eso fue suficiente para que terminara escribiendo otra vez sobre ella.